Friducha a través del lente

Por Ma. Fernanda Fernández de Lara Villalpando

“¡Si supieras lo terrible que es alcanzar el conocimiento de repente, como si un rayo iluminara la Tierra! Ahora habito un planeta transparente como el hielo. Es como si me hubiera aprendido todo al mismo tiempo, en cosa de segundos. Mi mejores amigas y mis compañeras se convirtieron lentamente en mujeres. Yo envejecí en unos instantes”. 

        – Frida Kahlo

Frida Kahlo: Una mujer que convirtió sus dolores en distintas tonalidades de pintura con cada pincelada y plasmó uno a uno en impactantes imágenes, creando desde retratos y bodegones hasta sus muy famosos autorretratos.

Sus obras, siempre determinadas por temas crudos como su origen, sus recuerdos: el accidente de 1925, su lado femenino, la sangre, su aborto, el desamor; su amor por Diego; y su pasión por México, fueron las que la llevaron a convertirse en la máxima exponente del arte mexicano de su época, transformando el arte a través de su retorcida realidad con pinturas como: El difuntito dimas, 1937; Unos cuantos piquetitos, 1935; Autorretrato dedicado a León Trotsky, 1937; El sueño, 1940 y muchos otros.

Es entonces que reconocemos el surgimiento de una artista, una mujer de carne; rota y ensangrentada por las circunstancias de su vida, que convirtió su alma en pájaro a través de un espejo que su madre colocó en la parte superior de su cama y le permitió estudiarse tanto que lo único que pudo hacer fue dejar su huella en un lienzo, volando en su imaginación.

Es ahí donde comienza el proceso artístico de esta gran mujer, en el encuentro que tiene consigo misma al darse cuenta que durante mucho tiempo, fue ella su única compañera. “Me pinto a mí misma porque estoy a menudo sola y porque soy la persona que mejor conozco”    - Frida Kahlo

Con retratos atemporales, inundados de símbolos, Frida, poco a poco fue desarrollándose como una pintora que representaba lo que para muchos era una realidad externa, pero para ella era su vida entera. Es por esto que aunque se le catalogó como surrealista, ella siempre lo negó, afirmando que lo único que hacía era pintar su realidad.

Por este motivo, el autorretrato fue su género predilecto, un momento donde podía plasmarse a ella misma callada y observadora de una realidad que la atormentaba pero de la cual no buscaba escapar.

A través de esto logró representar sus reflexiones y sufrimientos, su madurez y fuerza para afrontar su vida, tomando como inspiración a dos de sus más grandes accidentes: el de 1925 y el día que conoció a Diego Rivera.

Fue con este último que la vida de Kahlo tomó un giro de 360º, abriendo el panorama de la artista para trascender y crear junto a él un mundo de amor apasionado donde desbordaban las creaciones artísticas y amorosas pintadas con tradiciones mexicanas.

Fue juntó a Rivera que Frida Kahlo construyó lo que hoy se ha convertido en su sello, la Frida Kahlo mexicana, adornada de pies a cabeza con detalles de la cultura popular mexicana que se observan en su casa y sus lienzos, en sus juguetes, joyas, trajes regionales, trenzas y flores en el cabello y en las imágenes creadas por ella que hoy son una puerta abierta a su vida.

Pues cada pincelada, joya, fotografía, párrafo de su diario, cada palabra y creación artística que surgían del único órgano funcionando que tenía, su corazón , eran historias fragmentadas de una mujer que supo liberarse de los dolores terrenales para alzar sus alas y dibujar figuras en el cielo de aquellos que nos hemos dejado inspirar por sus pinceladas.

(La ilustración que se presenta en este artículo fue creada por la estudiante norteamericana de Arte: Lydia Clites y se llama "Frida").

Por María Fernanda Fernández de Lara Villalpando

Ven conóceme.

Yo soy el espíritu del viento que sopla en la Sierra Madre Occidental a lo largo del territorio del Oeste Central de México.

Soy el sol, las playas, y los campos que embellecen a Nayarit, Jalisco, Durango y Zacatecas.

Soy el “abuelo del fuego” y la creatividad de los indígenas Huicholes.

Soy el sudor y el esfuerzo de las manos artesanas de mi región.

Soy la creación proveniente de sus ancestros, representante de los orígenes de sus tradiciones y raíces.

Soy la creencia de la importancia, en la creación de la humanidad, de los cuatro elementos; fuego, tierra, viento y agua.

Soy la representación en figura de las deidades y ancestros venerados por sacerdotes y chamanes de mi pueblo.

Soy los colores del arte huichol.

Soy la madera, el barro y la cera con la que realizan las piezas.

Soy la dedicación con la que colocan cada chaquira sobre las figuras.

Soy los hilos que al ser tejidos por mis artesanos parece que bailan al compás de los sones de xaweri y kanari, nuestra música Huichola.

Soy la lengua Uto- Azteca, la lengua de nuestro amor al arte, la lengua de nuestro corazón.

Soy el reflejo de la vida cotidiana y la magia de la tradición.

Soy el escorpión, la tortuga, el venado y el jaguar transformado en arte por mis hermanos Huicholes.

Yo soy el arte Huichol, uno de los símbolos de México, expresión de la creatividad, talento, dedicación y tradiciones de nuestra gente.

Yo soy el arte Huichol.

Yo soy México.

¿Te enamoraste del Arte Huichol?

¿Quieres conocer más sobre este arte? No dejes de ver este video, para ver como es que los artesanos Huicholes de Nayarit, Durango, Jalisco y Zacatecas lo crean.

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